domingo, 31 de mayo de 2020

“Justicia es agravio cuando no la aplica el sabio”

Stephany Díaz

La situación carcelaria en Colombia es otro de esos temas escabrosos donde el gobierno parece hacerse “el de la vista gorda” como dirían por ahí “para pasar el buen rato”. Deplorables espacios, violación de derechos, medicina precaria, hacinamiento, juicios tardíos, alimentación para la que no se encuentra un adjetivo justo, y muchas otras, son las que hacen “eterna” la lista de los problemas del sistema penal en el país.

Según los artículos 9 y 10 del Código Penitenciario, el objetivo de las penas en Colombia es la rehabilitación y resocialización de los reclusos, pero si somos sinceros, nada está más lejos de la realidad, y es que qué mejora puede tener alguien que vive en semejantes condiciones. Quizás es hora de aceptar que responder ante el crimen con el modelo de justicia de “el que la hace, la paga” (retribución) no es la mejor opción. El contador de la reincidencia no desacelera su ritmo y nosotros, los colombianos, no estamos para seguir aguantando el aumento de las cifras de delincuencia como si de un acumulado de Baloto se tratara.    

Quizás para encontrar una acertada respuesta ante el crimen sería buena idea ver algunas historias de la Biblia que muestran que lo que normalmente es tomado como antítesis (misericordia – justicia), realmente no lo es. Un jefe pagando a todos los empleados por igual sin importar que unos trabajaran más que otros (Mt 20:1-16), un padre celebrando el regreso de un hijo caprichoso (Lc 15:11-32), un dios mandando a su buen hijo a morir por pecadores (Jn 3:15), un apóstol persuadiendo a su compañero de recibir a su antiguo esclavo (quien lo había ofendido) como amigo y hermano en Cristo (Flm 1), nos hace pensar que la finalidad de la justicia es restauración en vez de retribución. 

Otro punto de vista para tener en cuenta es el de los demás países, ya que Colombia no es el único en el mundo que lidia con el crimen. Nueva Zelanda, por ejemplo, ha conseguido buenos resultados luego de implementar el modelo conocido como justicia restaurativa, modelo que hizo su aparición en un intento de responder a las necesidades que la justicia tradicional no estaba respondiendo. Este se ha caracterizado por prestarle atención especial al innegable aspecto interpersonal del crimen. Aceptar el daño que cada uno ha hecho, reconocer y compensar a las víctimas, restablecer las relaciones con todos los implicados (familias, comunidad, víctimas), pedir y recibir perdón son algunas de las dinámicas que la justicia restaurativa pretende impulsar. 

Tal vez el actuar como Jesús permitiéndole a los Zaqueos (Lc 19:1-10) que reconozcan las injusticias cometidas, que pidan perdón, y que se esfuercen por reparar a sus víctimas arroje un mejor resultado que el que hemos tenido hasta ahora, al fin y al cabo, no es mucho lo que podemos perder con intentarlo. Y es que, aunque usted diga que mi planteamiento parece de Alicia en el país de las maravillas, y quizás sí, si no damos permiso a los cambios, de este hueco no nos saca nadie, ni a la sociedad en general ni a los presos. Así que, nosotros los cristianos que somos resultado de un Dios que ha pagado mal con bien, por qué no nos animamos a tomar la iniciativa de mirar la justicia de una manera diferente a la idea de devolver a cada uno lo que se merece, a ver si de una vez por todas nos mostramos como ejemplo de que al ser más sabios hacemos menos agravios.

© 2020 Stephany Díaz